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Las lanzas coloradas del Bicentenario.

Juan Gustavo Cobo Borda


En Paris, en 1930, Arturo Uslar Pietri, nacido en Caracas el 16 de mayo de 1906, pone punto final a su novela Las lanzas coloradas. Se trata de una recreación rigurosa y original del proceso de independencia en su país, vista desde la figura de un caudillo bárbaro, Boves, quien con sus 7 000 llaneros hará flaquear los sueños de Bolívar.

Abanderado de la reacción realista, Boves, a la carga, irrumpe como una aparición dantesca en medio de la vida, un tanto pusilánime, del anti-héroe de este recuento, Don Fernando Fonta. Releer la novela, tantos años después, bien puede darnos un atisbo valido, a través de la ficción, de lo que fueron aquellos años en la conformación de nuestros países y en las circunstancias en que se dieron tales procesos.

Don Fernando y Doña Inés, hermanos, son los amos de una hacienda de caña, en Aragua. Esa hacienda, "El Altar", con algunos retratos "donde hombres taciturnos y mujeres sonrientes vestían una carne idéntica". Presentación Campos es el mayordomo que reina, déspota en miniatura, sobre los negros, confinados casi a la tosca animalidad. Pero el clima idilico que viven los dueños, desasido del mundo, será roto. Afuera acecha la guerra, que bien puede cambiar de sitio tanto a esclavos como amos. En este momento la novela mira al pasado histórico: una tierra de indios y encomenderos. Donde Don Carlos de Arcedo se fue tras el Dorado y no volvió jamás, y el ambicioso José Fonta y su hijo Manuel, terminan por quedarse con las tierras y la hija de Arcedo, en la época de la Capitanía General. Monotonía de la vida colonial y chispazos populares de la narración oral sostienen el cuadro de esos tiempos. Donde se forja, por primera vez, una retórica de lo real maravillosa, invicta hasta hoy. En el 30 ya Uslar Pietri escribía así: "Vio pájaros como joyas, parásitas gigantes, tigres de seda amarilla, venados blanc Donde también se muestran los ingredientes de la mezcla étnica: "Alguna sangre del encomendero, algo de sangre de indio, algo de negro". Por ello el nacimiento de Fernando Fonta, en 1790, tímido e indeciso se enmarcara en "el 'usted' de los padres y el 'mi amo' de los siervos". Lo cual empezará a ponerse en cuestión cuando adolescente viaje a Caracas y se vea sacudido por los saberes que se cruzan en la Universidad , de la Teología al Derecho, y la lectura, en la plaza, de una orden del capitán general Guevara y Vasconcelos "ofreciendo treinta mil pesos a quien presentara la cabeza del traidor Miranda, enemigo de Dios y del Rey". "Un pardo infame" según el sentir popular siempre obsecuente ante el poder y temeroso de la iglesia. Por ello Miranda será la conspiración, las ideas importadas de Francia, los Derechos del Hombre traducidos por Nariño, en Bogotá, la fraternidad clandestina de las logias masónicas, y el nuevo status de ciudadanos. Allí se insinuara también, casi imperceptible en el texto, la figura de Bolívar, derrotado primero y luego triunfador feroz, al decretar la guerra a muerte. Pero Uslar Pietri con astucia narrativa lo pinta apenas "como un hombre chiquito y flaco, con patillas y ojos duros" que el narrador oral negro Espíritu Santo, recrea ante un alelado círculo de oyentes: "¡ Y ahora es lo bueno! Y va Matías y le pega un grito al hombre chiquito: 'Epa, amigo. ¿Usted quien es?' Y el chiquito le dice como sin querer: '¿Yo? Bolívar". En este punto volvemos a "El Agrado" donde un capitán ingles, George David, hace gala de un romanticismo revolucionario europeo, casi profesional y para el mismo ya vacío y un tanto insincero, exaltando a los dos hermanos. Pero el que en realidad actúa es el mayordomo, Presentación Campos, quema la hacienda, viola a Doña Inés, y con una tropa improvisada de 100 negros, se lanza a la aventura. "Para la guerra, a hacerse rico"como dirá otro personaje. Indeciso también entre godos y republicanos, optara por el Lanza y caballo, y una furia en libertad, que rompe jerarquías y anula seculares injusticias, con una machista certeza : "el que esta arriba es el vivo y el que esta abajo es el pendejo". Se trata de un esbozo rudimentario de la verdadera figura, en rojo y negro: Boves y sus 7000 jinetes del Diablo, desnudo el pecho y las lanzas tintas en sangre, brillando al sol, que ya controlan el llano y en cuyos desplazamientos van arrastrando a su hirviente hoguera todo lo que será el país del futuro

"Hay hombres flacos del Llano, corianos de cabeza redonda, orientales parlanchines, hombres de Guayana", incluso un isleño 'pichirri' y maluco. Esas islas serán las lejanas Canarias de las cuales son atraídos con esta nueva oportunidad de botín esfumando El Dorado y una tajante convicción:
"¡En la guerra no matan sino al que tiene miedo!"


En el mismo sentido los musius como el coronel ingles se integran a esa batahola en marcha. Que termina por devorarlos a todos, a Inés, mendiga quemada, a Fernando, muerto en su primer combate. Al ingles. Al amigo Bernardo. A Presentación, con cuya agonía se cierra la novela, dejando a mujeres del pueblo como " La Carvajala " viudas de un sueño efímero. Pero antes vivimos el mejor capitulo cuando Boves, vencedor en La Puerta entra en La Victoria , se apodera del templo-hospital y ordena a todos beber y bailar en un rapto alucinante, sacudidos por el ritmo de un guitarrero y un tocador de tambor con "el pavor en el rostro". Hasta el cura escondido ¡Palo con el ¡Que baile! vera inflarse la sotana, en este girar infernal de risas bárbaras, secundando el aquelarre. Boves "el amo de la legión infernal, el hijo del Diablo, la primera lanza del Llano" ha volteado el mundo. Ha instalado la barbarie como reina de la fiesta. Le respondía así al general Arizmendi que en Caracas fusilaba a cuanto español caía en sus manos. El terror fisico que suscitaba su leyenda se resquebrajara al ser herido y reaparecer la sombra ausente de este relato : Simón Bolívar. Boves ha caído de su caballo, base y trono de su fuerza. El caballo, animal politico sobre el cual se sustenta la Independencia. Elemento consustancial de su figura, rubricada por la sangre que lo cubre o salpica sus flancos. Alazano, zaino, bayo, o "blanco con el lado derecho rojo". A galope tendido, y con la lanza en alto la Independencia sigue acezante en esta cabalgata sin fin. La libertad depende del caballo. Uslar Pietri la captó en esta novela histórica, con todas sus resonancias míticas y su prosa tan certera como poética. Las lanzas coloradas aun brillan sin desmayo, recordándonos la verdad violenta de nuestra verdadera historia.


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