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RETRATO DE UN HOMBRE DESNUDO

por: Juan Gustavo Cobo Borda

En 1965 Louis Aragon publico una novela llamada La mise a mort. ¿Quien habla en ella?. Un hombre que desde los treinta años se pellizca diariamente el dorso de la mano, para verificar cuanto se demora la piel en recobrar su lisura, porque si la flacidez se prolonga tal cosa significa que ha dejado de ser joven.

“Señor Don Manuel, hoy cuento cincuenta años ... Huyose el color del cabello y vistiose de ceniza la barba; Los ojos inhabiles para recibir luz, miran noche; (..) las rugas han desmoldado las facciones ; y el pellejo se ve disforme con el dibujo de la calavera, que por el se trasluce”, escribia Quevedo. Y añadia : “Ninguna cosa me da mas horror que el espejo en que me miro”. El personaje de este libro de Juan Cruz padece de asma, odia los espejos y mira con preocupacion las pecas de vejez que manchan sus manos. Su unico alivio, su antidoto contra la acometida de los años, es recobrar al niño que fue, al mar donde siempre es feliz, la caricia de la madre en su pelo. “Al fin y al cabo que soy yo sino un periodista que ahora trata de explicarse su melancolia” (p. 222). Alli fuera esta el mundo, el aturdidor estrepito de las noticias que se anulan unas a otras, la algarabia del bar y el bullicio de la redaccion. Aqui dentro, timido, tembloroso, el miedo y el desconcierto, el pasmo y el rubor. La silenciosa oracion de la lectura. La tenue musica de quien percibe el alba en su escritura. Quizas por ello estas instantaneas fugaces tienen un fragil hilo conductor : la muerte por enfermedad, de un amor. De un nombre que resume todo este atropellado afan de persistir: Dulce.

El adolescente que se mira envejecer le dicta al otro, que es el mismo, testigo y escribano, las palabras de su herida. Pero esa enfermedad que es el tiempo, las varias vidas que vive en la agitacion y la inquietud tienen una luz esclarecedora, que ilumina con la clarividencia de su dolor : el mar, que ayuda a vivir. Que incita a respirar. Ante esa luz solo puede cerrar los ojos y en la oscuridad comenzar a recordar.

Hecha de momentos, de atisbos y postales, de fotos y canciones, cuando niño, en la playa, cuando universitario joven, alli en Tenerife, en la Universidad de la Laguna, esta remembranza se debatira entre el acecho del mal y esa facilidad juvenil de ser el otro, el amigo, el complice, el confidente que llevamos dentro para dialogar. Y tambien el enamorado que como Andre Breton al subir al pico de Teide en la isla de Tenerife escribio en El amor loco : “Nunca ha habido fruto prohibido. Solo la tentacion es divina”. Pero siempre la sombra combatira con el sol. Incluso en ese Sur paradisiaco, la frialdad del diagnostico clinico no alcanzara a ser vencida por el poder terapeutico de la palabra que sana. Hay un limite irreversible y en el quedan fijados sus personajes, sus seres entrañable, tratese tanto del padre y la madre como de Guillermo Cabrera Infante o Manuel Vasquez Montalban.

Hay tambien aqui una cronica literaria, que nos acerca, en la proximidad afectuosa de quien los busca, los lee, persigue sus libros, y les pregunta no solo por su oficio sino por su vida misma, que tambien es enigma y camino, a figuras como Rulfo, quien al igual que Onetti, era capaz de fundir las grabadoras y hacer desaparecer su voz. O Fernando Vallejo y Eliseo Alberto quien tanto nos ha conmovido con su honesto, estremecedor y valiente Informe contra mi mismo.

Pero lo que impera es el “sonido de los recuerdos”, el timbre de una voz que se hunde y renace, entre culpas y cobardias, fallas irremediables, lo que dejamos de hacer no por conviccion sino por facilidad y desidia, por simple, sencilla y absoluta necedad e indolencia. Asi mueren los padres, sin decirles cuanto los queriamos o se pudren los amigos, en un sanatorio que es carcel y tortura. Madir la perdida de la lozania, ansiar la salud, no hace que el tono se deforme con el patetismo. Y la repetida sensacin de fuga y desgaste, de vacuidad de las empresas y mordisco tajante del olvido, vuelve aun mas perentorio el afan de escribir. De repasar el viaje del Mar Atlantico a la Meseta Castellana. De la calida arena de la playa a la seca austeridad de un paisaje yermo. Tambien el personaje, ego y alter ego, podra decir como suyos los versos de Rafael Alberti de Marinero en tierra:

“El mar. La mar.
El mar. ¡Solo la mar!

¿Por que me trajiste, padre,
a la ciudad?

¿Por que me trajiste, padre,
del mar?

En sueños, la marejada
me tira del corazon.
Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por que me trajiste
aca?”

En tal sentido el arte se hace trinchera y refugio contra esa ceniza del hollin urbano ; y el fracaso inexorable, visible incluso en las comisuras de los labios de Picasso, es atenuado por el instante de jubilo, el cuadro que miramos de nuevo, la perfecta anecdota sobre el poeta Jose Manuel Caballera Bonald quien habia consumido tantas margaritas que cuando escucha en el bar del hotel el altoparlante que dice : “Margarita Caballero, es solicitada en recepcion” acude solicito.

Esto es lo que impregna de vitalidad, emocion y sentimiento, a un libro, que hecho del tiempo mismo se escribe “para saber de mi” (p. 113), para no ser nadie, para reconocer algun forma que tambien se muere con quienes se quiere, cuando desaparecen.

Tambien la lectura, con su embrujo de placer y de descubrimiento atonito, tratese de Sinuhe el egipcio de Mika Waltari como de Don Pio Baroja, de El gran Gatsby como de Tres Tristes tigres profundiza en el perfil de este hombre que frente al mar desnuda su memoria, la frescura vegetal de sus recuerdos, entre huertas y lagartos. Quien sabe, con Pablo Neruda, como “Mi destino es amar y despedirme”.
Oir el mar, ver el mar, tenerlo siempre presente como musica u horizonte, seguir su ritmo para extraer de alli la palabra donde viene el padre, la figura de Carlos Barral, el niño que daba clases o atesoraba las ediciones de Austral conforman el ir y venir interno de estos adioses reiterados. De estas paginas de las cuales quiero saborear, en voz alta, un nucleo revelador : “Fantasia”, p.160.
Esta inmersion en una subjetividad meditabunda muestra su otro rostro en lo que no es solo un oficio de cinicos, como llama al periodismo, sino en el trasfondo historico y politico de unos apuntes, que consignan la guerra civil, el exilio republicano, sea en Paris o Mexico, y un presente que siempre arrastrara consigo un pasado de miedo y pobreza. De intolerancia ,en lo religioso, y de prejuicios, en lo sexual. De atraso, en el sorpresivo milagro de una primera radio, De un tio que trae de Venezuela una primera estufa de gas. El franquismo, la transicion, un mundo mas ancho visto desde Londres o Cannes, una Cuba donde siempre hay alguien que escucha, graba y transmite, Felipe Gonzales derrotado en las urnas por Jose Maria Aznar, los atentados terroristas en Madrid.

No se trata de una cronica, ni de un repaso cronologico, sino del modo como todo ello impregna al grupo de amigos, de complices, de amores : Laura, Ana Lisa, Sara, del nacimiento de una hija, con la fugacidad que todo ello tiene en definitiva. Hombre de paso, por aviones, ciudades, cuerpos, aferrado a la perdurabilidad esteril de un telefono movil, de una voz que reclama ayuda, compañia, deseo. De una voz que tambien se despide y no queda nada. Apenas esta luminosa y limpida novela.

Lo que no puede ofrecer un diseño definitivo sino solo un rebobinar, y tratar de desentrañar una clave, tan escurridiza como el tiempo mismo, entre recuerdos y fantasias. Entre duelos y felicidades, que ya no admiten mas lenguaje. Porque el placer o el deleite encierran, en el corazon de su risa jubilosa, el sutil y amargo dejo de la tristeza. “Ibamos con los que se iban” Asi el recuento de hace meditacion . El goce, pena. Y el amor, hospital y olvido. “Escribir es poner sobre el papel la evidencia del olvido” (p. 300) dira ya al final de este periplo que, lo repito, a pesar de sus tonos sombrios esta animado por una cordialidad exultante. Una admiracion por escritores y artistas, de Chillida a Cortazar, que no se desvanece nunca. “ Un muerto que eres tu te saludo desde el espejo siendo otro, y tu eres el del espejo, y el que se ve en el espejo”. Hemos escuchado, como no, el mar y su cansancio. Y lo que un gran poeta, Luis Rosales, llamo “Autobiografia”:

“Como el naufrago metodico que contase las olas
que le bastan para morir,
y las contase y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la ultima,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le besa
y le cubre la frente, asi he vivido yo con una vaga prudencia
de caballo de carton en el baño, sabiendo que jamas me he equivocado
en nada, sino en aquello solo que queria.”

Palabras dignas de esta bella novela.

©2008