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100 AÑOS DE UN HOMBRE DE LETRAS

Juan Gustavo Cobo Borda


Periodista, novelista, ensayista. Traductor. Diplomatico. Editor. Son muchas las facetas de Eduardo Caballero Calderon, nacido el 6 de marzo de 1910. En definitiva, un hombre de letras. Un escritor profesional.

Tambien, si se quiere, un historiador, como lo atestigua con claridad y solvencia, su repaso por la Conspiracion Septembrina, ya en 1936, en la Biblioteca Aldeana de Samper Ortega. Y su encantadora serie la Historia en cuentos, de Isabel de Castilla y Colon a Simon Bolivar: solo cuando se sabe mucho ( y se olvida) es posible escribir para niños.

Fue diputado a la Asamblea de Boyaca, representante a la Camara, y lo mejor, alcalde de Tipacoque: "soñar un pueblo para despues gobernarlo". Conocedor de El Quijote y Santa Teresa y de la obra de Marco Fidel Suarez participo en todas las empresas culturales de su generacion como la Emisora HJCK.

El haber fundado la editorial Guadarrama en Madrid donde editaria la amplia antologia de la poesia francesa de Andres Holguin y el dirigir, años mas tarde, en la Revista de Occidente en la misma ciudad la coleccion Cimas de America donde publico a los autores latinoamericanos de su generacion como Uslar Pietri, de Venezuela, Benjamin Carrion, del Ecuador, y Fernando Diez de Medina, de Bolivia, demuestran su vision generosa del continente como un todo.

Amó a España, sus gentes y ciudades; y volvio a recorrer los pueblos de Azorin para darnos su muy honda vision de Castilla. Pero tambien se sumegio en Proust de quien tomo su seudonimo: Swann en su legandaria columna de El Tiempo. Muy consciente de su condicion de novelista sudamericano se nutrio de las historias campesinas de su feudo, Tipacoque, en Boyaca.

Un hidalgo, si se quiere, que en sus novelas claves El Cristo de espaldas (1952), Siervo sin tierra (1954) y Manuel Pacho (1964) vio crecrer los odios, venganzas y crueldades de la violencia partidista y la postergacion, un año mas, un muerto mas, de la convivencia nacional. De la ruptura tragica del viejo orden señorial. Los personajes principales de estas tres novelas: el cura, Siervo Joya, Manuel Pacho al cargar este ultimo durante tres dias el cadaver putrefacto de su padre para enterrarlo religiosamente en Orocue, son la voz de tanto analfabeta, mudo de terror. El grito literario en contra de la asonada y el incendio del rancho. Un testimonio pero, ante todo, una creacion.

Tallados con la adustez de los vencidos, hay algo salvaje y primitivo en estos heroes de bondad original. Capaces de doblegar la naturaleza, y a si mismos, pero no asi el sectarismo de los caciques, el rigor jerarquico de la Iglesia y la Sempiterna avidez de tierras en proceso de mecanizacion agricola. Un mundo, en definitiva, que se hunde sin remedio, con sus refranes clasicos y sus solidaridades ancestrales. Con la proverbial claridad de su prosa siempre al servicio del relato. Intrigada y abierta a cuanto los personajes le dictan. Que a veces, en El arte de vivir sin soñar, se remonta a la Arabia de Sherezada, con sus emires, visires y bazares; en El buen salvaje (1966) recurre a los cuadernos, cada vez mas incoherentes y alcoholicos, del abulico joven que se cree escritor latinoamericano en Pairs y por la cual ganaria el premio Nadal ; y en Azote de sapo (1975) utiliza al cientifico europeo, nada menos que el profesor Frobenius, con todas las connotaciones del nombre, perdido una temporada en las selvas donde se esconden los motilones, para expresar sus ideas. Las de un liberal arisco impregnado de valores conservadores. Que mamó en su casa, de boca y escritos del general Lucas Caballero, su padre, todos los desmanes de las guerras civiles y vio en sus hijos, el pintor Luis Caballero y el periodista Antonio Caballero, resurgir su opcion libertaria, radical y sin partidos. German Arciniegas, quien lo conocia bien, lo llamo "tozudo y orgulloso" y capaz de hacer lo que le diera la gana, hasta el final, donando sus cenizas a Tipacoque. Pero esa terquedad le permitio tambien escribir 30 libros por lo menos que siguen reeditandose y traduciendose. Y ser elegido por el Ministerio de Cultura como el escritor que justifica durante todo el 2010 el homenaje a sus cien años de nacimiento.

Vivio un año en Chile, dos en el Peru, uno en la Argentina, cuatro en España y cuatro en Paris pensando siempre en Colombia, siempre hostigado por esa insatisfaccion de escritor de raza que le llevo a confesar al final de su carrera, en Hablamientos y pensadurias (1979): “En el fondo mis ataques de tristeza y desaliento tienen la misma fuente original de entonces: no haber escrito lo que hubiera querido ni como lo hubiera querido “ (p. 258) Se jarto de escribir, pero ahora, a traves de las hermosas memorias de su hija Beatriz sobre su padre (Papa y yo, Bogota, Taurus, 2008) podemos comprender mejor a la persona e intrtoducirnos en su mundo, que bien pudiera comenzar a leerse con sus muy logradas Memorias infantiles (1964). Una tarea, por supuesto, de mas de un año, con todas sus lecciones, contradicciones y satisfacciones, en torno a un escritor que hecho curioso en Colombia, si escribio y escribio bien.

Juan Gustavo Cobo Borda

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