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Simon Schama: los ojos de Rembrandt


Juan Gustavo Cobo Borda


Hacía mucho tiempo que no leía un libro tan compacto, revelador y deslumbrante como este. Sus casi 800 páginas de texto no son solo un agudo y pormenorizado análisis de la pintura de Rembrandt a través de sus obras más características sino todo un cuadro, vivaz y a la vez erudito, de un mundo. El mundo de los Países Bajos, de Holanda y de ciudades como Amberes y Ámsterdam donde floreció el capitalismo, combatieron  católicos y  calvinistas, se asimilaron las lecciones plásticas del renacimiento italiano, y  dos figuras, tan antagónicas como próximas, Rubens y Rembrandt, se enfrentaron, en el espacio ideal del arte, para darle continuidad renovada al misterio de la pintura.

?La primera parte del libro está dedicada precisamente a dibujar a ese cortesano diplomático que llegó a ser Rubens, quien desfiló por todas las cortes reales del momento, España, Francia, con sus retratos de encargo y sus robustas recreaciones de la mitología clásica, para luego complacerse en la sensualidad íntima de sus mujeres, Isabella Brant, Elena Fourment, la cual aún late desnuda bajo su tibio abrigo de pieles.

?El Rubens que ornaba las iglesias con sus crucifixiones, que había hecho de su casa erudito museo de bustos, medallas y grabados antiguos, se constituyó para Rembrandt, hijo de molinero, en el paradigma de lo que podía llegar a ser un pintor. Y así lo demuestran la acumulación de telas, tapices, armaduras y espadas, con que Rembrandt saturó sus casas, y la deslumbrante y reveladora serie de autorretratos con sombrero, espada, pelliza, perro o turbante, que se han constituido en una de las cimas más altas del arte.?

Viéndose como mendigo o noble, con bastón o birrete, como Democrito o simplemente como hombre de 63 años que sintió desaparecer mujer e hijo, fortuna y bienes, la pincelada pulida de sus comienzos se tornó expresiva y pastosa: una materia transpasada de luz y drama que no solo presagia el impresionismo sino que hará de Rembrandt el autor del ?mejor retrato del siglo XVII? (p. 644) como dice el autor refiriéndose al de Jan Six. También el magistral artífice de La lección de anatomía del doctor Tulp, La ronda de noche o la Betsabé del Louvre, sin olvidar, antítesis de Rubens, los pesados, carnales y derruidos cuerpos de esas amas de llaves y muchachas de servicio que volvió sus mujeres, en una humanización tan lancinante y cruda como nunca antes se había visto. Pero la gracia sobrenatural de sus dones, el excavado milagro de esos dorados y esos negros que proyectan tales siluetas en nuestra intimidad de hoy nos obligan a volver a Rembrandt y a reconocer su genio, como este libro lo hace de modo incomparable.



Juan Gustavo Cobo Borda

©2014