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Cardenal
ERNESTO CARDENAL:
Premio Reina Sofia 2012

Juan Gustavo Cobo Borda

“La escritura sobre la escritura sería la poesía misma”, dice el filósofo Emmanuel Levinas.

En cierto sentido, lo anterior podría aplicarse a la obra de Ernesto Cardenal, un poeta-sacerdote que ha reescrito desde sus comienzos infinidad de textos. Primero fueron los cronistas de las Indias, las relaciones de los conquistadores que transitaban por territorios inéditos. Más tarde, los epigramas de Cátulo y Marcial (1978), actualizándolos dentro del clima de la lucha antisomocista: clandestinidad política e ironía amorosa. Luego sería la Biblia, a través de sus Salmos, los cuales le permitirían volver a increpar un mundo capitalista, de negocios y armas. También encontró un modelo para componer en los Cantares de Ezra Pound en torno a la “usura”.

Luego vendría el espacio de las revistas ilustradas, la televisión, las actrices de cine y los paraísos turísticos, como en su célebre “Oración por Marilyn Monroe” (1965). Cardenal tampoco dejó de lado la poesía del mundo precolombino, de la cual extrajo valiosas reflexiones, como aquellas que se encuentran en “Economía de Tahuantinsuyu”, a través de las cuales plasma su visión del socialismo agrícola de los incas:
No conocieron el valor inflatorio del dinero su moneda era el Sol que brilla para todos

el Sol que es de todos y a todo hace crecer (…)
 Varios de sus poemas extensos, donde mezcla citas periodísticas y apuntes de viaje, dan testimonio de su trashumancia por el mundo; primero al buscar apoyo para la causa sandinista y contribuir luego, como Ministro de Cultura de Nicaragua, a difundir sus bondades. Sin embargo, los tres tomos de sus memorias dejan un saldo bastante desencantado: la destrucción, por el ejercito somocista y los contras financiados por Estados Unidos, de su taller artesanal de pintura y poesía en una isla del lago de Solentiname y la crítica personalizada al presidente Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo por el desvío que habían hecho de los ideales de Sandino.

 Quizás por ello no fue sorpresivo su discurso al recibir en Chile, de manos de la presidenta

Bachelet, el premio Pablo Neruda en el 2009. Dijo que era el primer premio internacional de importancia que recibía (lo cual era cierto) y que tal vez tampoco podría recibir el dinero del premio, pues el gobierno de Daniel Ortega había bloqueado sus cuentas bancarias en Nicaragua (en lo cual también tenía razón). Le quedaba, en todo caso, la reescritura que aspira a volver a ser poesía: su desmesurado Cántico cósmico (1989) donde recrea a San Juan de la Cruz. Una vida que había transcurrido desde un monasterio trapense en Estados Unidos, donde lo acogió Thomas Merton, hasta la suspensión a divinis en 1985 por la jerarquía eclesiástica, y el regaño en público del papa Pablo VI por su compromiso con la teología de la liberación.

En 1988, con motivo de sus sesenta años, Ernesto Cardenal publico un largo poema, "Quetzalcoatl", donde funde la referencia arqueológica, simbólica, histórica, en torno a ese mito de origen tolteca, compartido en muchas variantes por los pueblos mesoamericanos antes de la llegada de los españoles. Un rey sacerdote, o civilizador, que en Tula impulso un periodo de paz y justicia y desarrollo las artes. Expulsado, prometio regresar algun día. Era la serpiente con plumas de quetzal, el que se piensa o se inventa a si mismo, el que desaparece ocho dias entre los muertos. El que se opone a los sacrificios humanos y a los imperios militares, como el azteca o el español. El que algún día volverá, pues el trono esta solo prestado.

En Tula, a 70 kilómetros del actual Distrito Federal se dio esa utopia. De libros ilustrados y de edificios como libros de piedra. La larga utopia que ahora Cardenal invoca de nuevo, al citar a Jose Martí o la Teología de la liberación.

Vuelve así Cardenal a sus comienzos. Mirada a lo indigena e inserción de la noticia contemporanea. Traductor de Ezra Pound y William Carlos Williams que desempolva vetustos cronistas e intenta fundir la modernidad coloquial con el arcaismo aun expresivo.

Juan Gustavo Cobo Borda

©2012