María Clara Gómez


Pools 1989 - 2015

MARIA CLARA GOMEZ: NUEVOS ANGULOS DE PERCEPCION

La nueva serie de pinturas de Maria Clara Gómez se desarrolla en torno al tema de la piscina. Una piscina vista desde el exterior, fotografiada en su brillo y nitidez. Y una piscina contemplada desde dentro del agua misma, con sugerente temblor impresionista. Ya habia antecedentes ilustres como las californianas piscinas de David Hockney con la simetria horizontal de sus persianas y el manchón de luz del cuerpo invisible que ha caido al agua.

Así, en el caso de María Clara Gómez; sus piscinas son escenarios donde el juego de luz y sombra, de líquido y sólido, entretejen sus, en apariencia, diáfanos contrapuntos. Pero no es cierto: el ejercicio de persepción que todo ello implica nos sumerge, en realidad, en un mundo de ambiguas presencias. Esas siluetas corporales que desde el borde, y al reflejarse en el agua, se descomponen y afantasman, al alargar sus contornos como una simple mancha sin límites que terminará por disolverse.

Hay entonces un diálogo inicial entre fotografía y pintura, donde la primera capta un mundo estructurado y la segunda lo ve como algo inaprensible y evesivo. Hay también un brillo que nos deslumbra y un enigma que nos inquieta. Pero ese registro inicial tiene otra derivación: fotos viejas, postales de la añoranza, que se compaginan con arcáicas caligrafias, como una suerte de opacas estampillas que conmemoran el vuelo de los primeros aviones. Aviones de hélice con pilotos uniformadods que descubrían, pioneros, una guajira inédita, contemplada por primera vez desde sus monomotores de riego y aventura. El homenaje de una hija a un padre por supuesto mítico.

Esta incitación al ascenso tiene, claro está, su reverso en los escalones de la piscina que nos invitan a sumergirnos, poco a poco en sus aguas. Caligrafía oriental de esos reflejos blancos trazados sobre el lienzo líquido y ondulante. Luces de mar y cielo, profundidad marina, ambigüedad sugestiva de capas de color que cual buzos, nos obliga a abrir los ojos para comprobar cómo los baldosines del fondo constituyen un mosaico de azules y verdes, de amarillos, violetas y lilas, que se estremecen y ondulan con su pulso vibrátil. Con su composición horizontal de exploración obsesiva del color y a la vez reconocimiento de cómo el ojo es quien termina por inventar el mundo, desde las verdes palmeras y los amarillos parasoles, hasta la palpitación submarina con la que la luz se ahoga en sí misma, traza su límite y crea el milagro de esta pintura.


Juan Gustavo Cobo Borda
Poliantea. Revista Académica y Cultural Fundación Politécnico Grancolombiano
Institución Universitaria No.3.
2005