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GarcíaLorca, poseído por la poesía

Juan Gustavo Cobo Borda


"Vengo a buscar lo que busco, /mi alegría y mi persona". Todos lo dicen: él era la gracia. El duende encantado de la poesía. Cuando tocaba el piano, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde vivió de 1919 a 1928, fluía un río a la vez oscuro y deslumbrante. Las coplas, los cancioneros, San Juan de la Cruz y Góngora. Manuel de Falla. El río de la tradición, popular y culto, viejo y renovado.

Una Andalucía de paredes blancas y árboles color verde olivo. Y en medio de este escenario rural el hijo de terrateniente y maestra instalaba el agudo filo de la violencia, con sus navajas de duelo. Por allí desfilarían los gitanos con sus palmas y zapateos para seducir la muerte. Y el doliente corazón del propio Federico García Lorca, desgarrado entre sus sucesivos amores homosexuales.

La aparición del Primer romancero gitano (1928) le proporcionaría una gloria larga y equívoca. Sería, qué duda cabe, el libro más popular del período, en medio de una constelación poética de primer orden. La generación española del 27: José Moreno Villa, Pedro Salinas, Jorge Guillen, Juan Larrea, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Emilio Prados, Rafael Alberti, Luis Cernuda. A la vez lo encasillaría en aquella imagen adocenada sobre la cual el propio Borges, cómo no, habría de ironizar: "Federico García Lorca, andaluz profesional".

El verde que te quiero verde, monjas y guardias civiles, adulterios, violaciones, incestos: todo, en sus manos, terminaba por convertirse en ritmo y canción. Postal, con rasgueo de guitarras al fondo. Pero era también un soterrado de homenaje a un mundo primitivo donde la luna, el cuchillo y la sangre volvían a celebrar el ritual del sacrificio. Las arterias rotas que intentan vivificar una tierra yerma. La de la esterilidad. La de la injusticia social:

        "Señores guardias civiles:
        aquí pasó lo de siempre.
        Han muerto cuatro romanos
        Y cinco cartagineses".

El marcado por la poesía, ya vislumbraba, en el fondo de estos romances, su asesinato en Viznar, por los franquistas. Se refugiaría en el sueño melódico de una infancia siempre presente: "Los niños tejen y cantan/ el desengaño del mundo". (Véase para todo esto el muy útil libro de Miguel García Posada: Acelerado sueño. Memoria de los poetas del 27. Espasa. 1999).

Huiría entonces de esa sombra opresiva y se escondería en el anonimato colectivo de una ciudad como Nueva York. Pero esta nueva máscara no le permitirá engañar al destino: "tropezando con mi rostro distinto cada día. /Asesinado por el cielo!".

 

Perspectiva urbana con autoretrato

 

Lo perseguían sus fantasmas: España, con sus toros y sus santas. Su soledad esquiva en los hoteles. Allí también encontraría el arquetipo ancestral de lo primitivo en los negros de Harlem, con su rey prisionero en un traje de concerje. Antes los gitanos. Ahora negros, judíos y homosexuales, como en su intensa Oda a Walt Whitman, le impulsaban a dar voz a los perseguidos y marginados. Niño antiguo, su escenario era más vasto: La angustia imperfecta de Nueva York.

Por ello sus imágenes se desataban en anchos versos con tintes surrealistas y furiosa capacidad de denuncia bíblica. Los símbolos del capitalismo, con la Bolsa y el Wall Street, retornaban a sus turbios orígenes de selvas entrecruzadas de lianas y los asesinatos indiscriminados de cada día: "cuatro millones de patos", "cinco millones de cerdos", "un millón de vacas", lo convertiría en ecológico profeta, pleno de ira fría: "Os escupo en la cara".

Había encontrado "la quemadura que mantiene despiertas las cosas" y por ello sus nuevos espacios, calles, hospitales y cementerios, eran cruzados por las renovadas plagas: cáncer, lepra, malaria. Sólo encontraría consuelo y refugio en la naturaleza y en su estancia en Cuba, donde la música, nuevamente, lo redimiría de tanta triste abyección: el miedo que caía sobre Nueva York.

Había escrito Poeta en Nueva York, un libro poderoso, enigmático y visionario, que sólo se publicaría en 1940. Le quedaba retornar a su muerte, en España, anunciada en su propia poesía: "tendremos que pacer sin descanso las hierbas del cementerio". Asesinado en 1936, está más vivo que nunca.

Sobre el Romancero

"Federico García Lorca ha logrado forjarse el instrumento de expresión lírica más personal y singular que ha aparecido en castellano desde la gran reforma de Rubén Darío" Ricardo Baeza, crítico. 1928

"El romancero gitano no es gitano más que en algún trozo al principio. En su esencia es un retablo andaluz de todo el andalucismo, es un canto andaluz en que los gitanos sirven de estribillo. Romance de varios personajes aparentes que tienen un solo personaje esencial: Granada".
                         Federico García Lorca

Federico García Lorca

1898 Nació en Granada (España), el 5 de junio.

1914 Se inscribe comienza a estudiar leyes, filosofía y letras en Granada. Nueve años más tarde se graduó en leyes únicamente.

1918 Su primer libro, llamado Impresiones y paisajes, fue publicado. Un año después se fue a vivir a Madrid.

1920 Fue montada su primera obra teatral, El maleficio de las mariposas. 1921 Publicó su Libro de poemas, su primera compilación poética; y La zapatera prodigiosa, una obra teatral. Tres años más tarde, Canciones, editó otro libro de poesía.

1928 Escribió la obra de teatro Mariana Pineda. Montó la revista cultural Gallo, que solo tuvo dos ediciones. Finalmente, publicó Romancero Gitano, uno de sus libros más conocidos.

1929 Estudió y trabajó en la universidad de Columbia en Nueva York, allí escribió Poeta en Nueva York, que fue publicado póstumamente. Estuvo en Cuba.

1931 Se publicó su obra Poema del cante jondo, escrita en 1922.

1933 Salió al mercado Bodas de sangre, una de sus obras teatrales más famosas. Viajó a Argentina y Uruguay, países dónde sus obras tuvieron gran acogida. 1935 Publicó Yerma y un año más tarde La casa de Bernarda Alba.

1936 El 16 de agosto, el poeta fue detenido por las fuerzas dependientes del gobierno civil español. Fue asesinado, en la madrugada del 20 de agosto, en las afueras de Granada.

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