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Paris, capital literaria de Colombia

Juan Gustavo Cobo Borda

“José Manuel Restrepo imprime su Historia de la Revolución en Francia, con dineros propios y con pérdidas económicas sensibles, según él mismo lo cuenta. El general Joaquín Acosta imprime su Compendio histórico del descubrimiento y la conquista del Nuevo Reino de Granada, lo mismo que una edición abreviada del Semanario, también en Francia y tambien con perdidas” (p.652) segun nos recuerda Renan Silva en su renovador libro Los ilustrados de Nueva Granada 1760-1808 (2002). Un grupo, por cierto, que habia cambiado las bibliotecas del entonces virreinato, que pasaron de su énfasis en religión y teología a preocuparse de las ciencias naturales y a incluir a Montesquieu y a Voltaire en sus catálogos.

Era, por supuesto, una élite minoritaria, valga la redundancia, que apenas podia llegar, con mucho, a los trescientos suscriptores de periódicos como el Correo curioso o el Papel Periodico que en Santafé solo alcanzaba los 21. Pero todos ellos miraban a Francia, ansiaban sus publicaciones o, al menos la traducción parcial de las mismas, y erigian a su modo el mito de París como capital mundial de la república de las letras. Sin embargo los fusilamientos por parte de los españoles de figuras como Torres, Caldas, Lozano y Camacho, afectaría este intento de secularización racional y nos llevaría a mirar la otra cara de la moneda, que resume muy graficamente Renán Silva:

“José Manuel Groot, un antiguo ilustrado liberal, nacido en 1800, y convertido luega al partido conservador y a la causa de la defensa de la iglesia católica ... autor de la primera Historia eclesiastica y civil de la Nueva Granada, que se empezó a publicar en 1869 y en la que trabajó durante largos años”.

Carente de dinero, impresor y mercado que garantizara la obra, Groot se dirigió al Estado de Antioquia “cuyas gentes eran famosas por su acendrado espiritu católico y donde gobernaba el partido conservador. Para ello Groot estableció contactos con el obispo de la región, quien era el encargado de conseguir los suscriptores, a través de los párrocos, quienes informaban en los sermones sobre la próxima aparición de la obra, y reclutaban los suscriptores que aseguraron la publicación” .(p.652).

I

En mayo de 1911 aparece en París Mundial Magazine, una publicación de Leo Merelo y Guido Fils cuyo director literario era Rubén Darío, su sede el No. 24 del Boulevard des Capucines y sus temas “Arte, Ciencias, Historia, Teatro, Actualidades y Modas”. La venta exclusiva y las suscripciones se podian efectuar en la Sociedad de Ediciones Louis-Michaud, 168 Boulevard Saint Germain. o en la Libreria Garnier hermanos, de la rue Saints-Peres, Paris. Los hermanos Guido, Alfredo y Armando, son dos empresarios uruguayos que le han propuesto a Rubén Darío la dirección del Magazine con un sueldo de 400 francos. También se encarga de la dirección de una revista paralela, dedicada solo a la mujer, y llamada Elegancias.

Era un poeta ya cansado y deteriorado, dipsomano, cuyo prodigiosa carrera de 1867 a 1916 concluiría pronto, pero que había cambiado para siempre no solo la poesía en lengua española sino el idioma mismo. Un banquete de aquella época, en París, en 1912, despidiéndolo en una gira promocional de las revistas por España y América, reune en torno suyo a Leopoldo Lugones, Manuel Machado, Francisco Garcia Calderón, Alcides Arguedas y su legendario secretario colombiano Carrasquilla Mallarino. Restos de la gran aventura modernista y refugio transitorio para sus perpertuas afugias económicas gracias a estas revistas.

Con alambicadas viñetas “Art Nouveau” vegetales, sinuosas y flexibles, y con páginas en diversos colores (unas, por ejemplo, sobre el París nocturno eran previsiblemente negras) ellas acogen a sus compañeros de ruta, como Rufino Blanco Fombona y Leopoldo Lugones, quien la engalana con aquel precioso poema que comienza asi :

“Maestro Darío, yo tengo un encargo/
de la primavera que llegó anteayer, /
y como es de amores y no sale largo/
sucede que en versos lo voy a poner”.

Sí, París, donde se oye hablar “los varios castellanos de la América Nuestra” como dirá el propio Dario en la revista, es capital de las letras americanas. En el crisol entusiasta de la revista Blanco Fombona narra su viaje por el Orinoco, Alcides Arguedas sus recreación del mundo Inca, Ramon del Valle Inclan sus “Voces de gesta”, poema trágico en tres jornadas, y Enrique Larreta, de Argentina, Federico Gamboa, de México, y Manuel Ugarte del Perú acuden a las fiestas nacionales, las veladas patrióticas, las carreras de caballos, los desfiles de moda y, como no, a los burdeles y cabarets, aun mas mágicos e incitantes gracias al velo iridiscente del alcohol, Una “Vista fantastica del Moulin Rouge” y otra de “Dos cabarets montmatrenses”, conviven en santa paz con las torres de Notre Dame y los puentes fantasmagóricos del Sena, en la página que el propio Darío les dedica con el titulo de “París nocturno”. Si bien los títulos de libros franceses que la revista anuncia son los de Maurice Barres, Paul Bourget y Marcel Prevost una imagen, en la crónica social, registra el momento clave: la foto donde “Ruben Dario entre los Sres. Lugones y Contreras, en la inaguración del monumento a Verlaine”. “En una clara mañana, en el Jardin de Luxemburgo”, el Pobre Lelian tenia su estatua.

“Padre y maestro mágico, liroforo celeste,
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador.
¡Pánida!. Pan tu mismo, que coros condujiste
hacia el propileo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor!.
Que tu sepulcro cubra de flores primavera,
que se humedezca el áspero hocico de la fiera
de amor si pasa por alli”,

El responso de Ruben Darío a Verlaine data de 1896 y refrenda, una vez mas, su amor a Francia, iniciado simbólicamente, con su elegía a Victor Hugo, el hombre que con su muerte ha dejado huerfanos desde los negros de Abisinia a los turcos de Stambul. Esclavos, negros, niños, ¿quien encontrará defensor ante los reyes y los zares? Solo ese Titán que grita Libertad.

“Mi barca era la misma que condujo a Gautier
y que Verlaine un día para Chipre fletó,
y que provenía de
el divino astillero del divino Watteau”,
como cantara en “Marina”.

Así, con sus poemas, Rubén Darío fue conformando el mito de París, escala inevitable y centro de consagración de cualquier escritor. Ella bien podía deparar el laurel de la gloria y la instancia decisiva de la consagración pero también volverse el mal necesario, el amargo retrato que Darío, al final, traza en su Epístola a la Señora de Leopoldo Lugones:

“Y me volví a París. Me volví al enemigo
terrible, centro de la neurosis, ombligo
de la locura, foco de todo surmenage
donde hago buenamente mi papel de sauvage
encerrado en mi celda de la rue Marivaux,
confiando solo en mi y resguardando el yo”.

La gloria y la miseria, el amor y la soledad, la garçonniere y las redacciones de los diarios, el cabaret y el tango apache, la cocotte, el clochard y el gamín. Tanto Rubén Darío como Enrique Gómez Carrilo en sus crónicas para América, sobre todo en La Nación de Buenos Aires, hicieron célebre a París, la capital del XIX como la llamo Walter Benjamin, y la Editorial de la Viuda de Charles Bouret o la de los hermanos Garnier editarán libros de Darío a partir de 1901 como Prosas profanas o La caravana pasa.

Continuaba asi una tradición que en el caso colombiano ofrece estos cuatro notables ejemplos.


JOSE MARIA SAMPER: Ecos de los Andes. Poesias Liricas, publicado por la Libreria Española de E. Denne Schmitz, 15 calle de Monsigny, Paris, 1860.
VERSOS DE CESAR CONTO (colombiano) publicados por Garnier Hermanos, Libreros Editores, 6, rue de Saint-Peres. 1981.
ANTOLOGIA COLOMBIANA Colegida, por Emiliano Isaza. 2 tomos, Libreria de la Vda de Ch. Bouret. Paris, 23, rue Visconti, de 1895.
JOSE ASUNCION SILVA: Poesias, Sociedad de Ediciones Louis Michaud, 168, Boulevard St. Germain. Con el prólogo de Unamuno y las celebres notas de Baldomero Sanin Cano. Se da como fecha de la misma 1923, pues el libro no trae la referencia.

Estos libros de impecable factura y duras cubiertas, con grabados del autor, traen, desde París, las voces colombianas con mas límpida precisión. Y nos revelan mejor el caracter de nuestro país. El prólogo de Samper es elocuente:

Sea por una disposición natural invencible, - sea por debilidad de espíritu - sea mas bien por necesidad social (porque en las democracias es preciso ser un poco de todo) me he sentido, desde mui temprano, arrastrado por una tendencia constante acia cierta jeneralidad de estudio, de observacion i de trabajo, en politica como en literatura i filosofia”:

Y luego se pregunta, al iniciar la publicación de sus escritos, porque comienza con la poesía y tiene preferencia por ella. “Lo dire francamente: Es que creo deberle a la POESIA cuanto tengo i soi”.
Además, “-porque, desde que senti en mi alma la primera tentación que me obligó a cantar i meditar, comprendí que la poesia se resume toda en la idea infinita del Amor”.

Esto lo llevara a excesos mas bien pintorescos. La tercera parte del volumen recoge sus “Improvisaciones”. En la casa de quien seria su mujer
“Soledad me pedia versos, imponiendo asuntos, metro forzado i termino preciso- (veinte, cuarenta o sesenta minutos); de alli salian mis improvisaciones. Despues ella tenia que sentarse al piano, o a dibujar a mi vista dos lindas viñetas para cada canto. Tal era nuestra lucha de amor, que produjo una especie de biblioteca sentimental!”.

Biblioteca que no enriquece, por cierto, en demasia nuestro Parnaso. Elógios de su provincia de Mariquita, cantos al 7 de agosto, “sepulcro de la odiosa tirania” española. Exaltación del progreso y la busqueda de la gloria. Precisamente en su poema La gloria esta se ve encarnada en dos figuras francesas:

“Dos bellas árpas de divino acento
Dan a las soledades poesía,
I del eco de su májica armonía
Dos continentes repitiendo estan,
La una vibró bajo la pompa augusta
De las selvas de América, doliente;
La otra el fulgor del cielo de Oriente ....
OH! gloria a Lamartine y Chateaubriand”

Este hombre copioso e infatigable, quien fuera entusiasta geógrafo y pensador político sobre lo que debia ser el estado, sintetiza a mi modo de ver muchas de las características de estos autores: se podian pagar esas preciosas ediciones, con las cubiertas ornadas en finos bajorrelieves dorados, y formaban parte de esa pleyade trashumante que sustentandose con los sueldos diplomáticos o consulares, que nunca llegaban a tiempo, disfrutaban de su periplo europeo, y trataban de conformar, lejor del terruño nativo, una patria latinoamericana en el exilio.Recuérdese el viaje de Silva a París, en 1885 y 1886, la edición de Ritos de Valencia en Londres, o el encuentro de Baldomero Sanin Cano, con el general Reyes en Suiza y alli, en Lausana, la publicacion en 1909 del volumen sobre la administracion Reyes, en la Imprenta de Jorge Bridel. Eran publicistas, como se les llamaba, y ellos como los colombianos hermanos Cuervo, con recursos propios, o los hermanos peruanos Francisco y Ventura García Calderón, o su compatriota Clemente Palma, quien con sus Cuentos malévolos, editados por P. Olllendorff, de Paris, en 1913, o el legendario Jose Maria Vargas Vila, crearon un circuito intelectual, con corresponsales amigos, sociedades académicas que los acogian con simpatía, y algunos contados profesores que se interesaban por sus remotos paises, no tanto como los inversionistas preocupados por las especulaciones en la Bolsa de París con el canal de Panama, o empresas afines.
Quizas el epítome de todo lo anterior sean los dos bellos volumenes de J.M. Torres Caicedo, Ensayos biográficos y de critica literaria, publicados en Paris por la Libreria de Guillaumin y Cia, editores, Calle de Richelieu, 14, en 1863.

Su curriculum en la primera página es revelador:
“Encargado de Negocios de Venezuela cerca de los Gobiernos de Francia y de los Paises Bajos; Miembro de la Sociedad de Geografía y de la Sociedad Imperial de Aclimatación de Francia; de la Sociedad de Economistas de Paris; de la Sociedad para promover el adelanto de las ciencias sociales, de Bruselas, y de otras varias sociedades cientificas y literarias de Europa”.

La carta-prologo de Lamartine, fechada en Paris el 7 de agosto de 1861 resulta la síntesis perfecta del trasfondo en que se daba todo el asunto:
“Ud sabe que yo tengo una predileccion marcada por el genio social y poético de sus conciudadanos. Los americanos del Norte no han llevado al Nuevo Mundo sino la civilizacion materialista, fría como el egoismo, avida como el lucro, prosáica como el mercantilismo anglo-sajon: Uds. han llevado las virtudes y los gustos elevados de la raza latina.
Hago muy frecuentes votos porque cesen las divisiones de esas repúblicas, para que Uds. lleguen a ser lo que merecen: -la gran colonia europea de la civilizacion espiritualista, bajo el bello sol que les alumbra y les inspira”, Al, de Lamartine”.

La raza anglosajona versus la raza latina, Lo que Rodo razonara mas tarde en Ariely Los motivos de Proteo, de 1900 y 1909. Pero quizas no sea este nuestro tema, por el momento, sino mas bien como Paris sirve de mirador único para abarcar un continente fracturado. Alli estan Heredia y Bello, Olmedo y Jose Eusebio Caro, Irisarri y Bartolome Mitre, Esteban Echeverría y Jose Marmol, Julio Arboleda, Gillermo Blest Gana y Ascasubi, reunidos por primera vez en los volumenes ensayísticos de este colombiano singular.

Desde cuando Rufino Jose Cuervo publica en París, en 1886 y 1893, en Roger y F. Chernoviz, Libreros Editores, los dos primeros tomos de su celebre Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana hasta cuando Gabriel García Márquez en una buhardilla de la rue Cujas ve surgir, hambreado pero feliz, la silueta de El coronel no tiene quien le escriba, fechada en París, en enero de 1957, la ciudad luz, como debe decirse, ha sido capital litararia de Colombia. El coronel aparecera por primera vez en el No. 19, mayo-junio de 1958, p.1 a 38, de MITO, la legendaria y afrancesada revista fundada por Jorge Gaitan Duran y Hernando Valencia Goelkel, donde García Márquez convivira en pie de igualdad con Sade, Sartre, Malraux, Simone de Beauvoir o Françoise Sagan, algunas de las referencias canónicas del momento, según los sumarios de la revista.

Paris no fue solo la capital del siglo XIX, como se dice. Tambien en el siglo XX seguía ejerciendo un reconocido magisterio en las artes plásticas y en las letras. Para muchos latinoamericanos de la remota periferia Paris dictaba lo que estaba de moda. Consagraba y valorizaba. Daba refugio a los proscritos, acogía a los exiliados, y permitía vernos mejor, con distancia y perspectiva. También, no hay duda, marginaba a esos metecos y a esos rastacueros, que no tenian mas recurso que defenderse en el cerrado circulo de sus compatriotas. Y a través de novelas como De Sobremesa, de Jose Asuncion Silva, centrada en las peripecias del colombiano Jose Fernandez en París, colarse en nuestra historia literaria, siendo muy nuestro y muy parisino a la vez.

©2006