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MUTIS Y EL AGUA : El largo viaje de Maqroll El Gabiero

Juan Gustavo Cobo Borda

Esta navegacion se inicio en 1923 y su verdadera partida de bautizo se dio cuando Alvaro Mutis Jaramillo vivio de los dos a los nueve años en Bruselas, Belgica. Los grandes transatlanticos que iban de America a Europa tenian el encanto irresistible de la aventura, de una ciudad en mitad del mar con orquesta y pulcros oficiales que, quizas por atender sus tareas y ser galantes con las damas, no tenian la peregrina consigna de entretener a los niños. Con los milagros del mar y los secretos de puentes, camarotes y bodegas, esas maquinas que jadeaban noche y dia, podian disfrutar de Odiseas de tres semanas. Pero fue la perdida de este primer paraiso lo que aguzo desde el comienzo las nostalgias de Mutis y la percepcion de sus sentidos. Venia de una Europa calvinista, de un colegio jesuita, y se topaba literalmente con el tropico bravio. El bullente mestizaje del puerto de Buenaventura y la delicia tonificante de esos llanos del Tolima donde la tierra sombreaba los cafetales, y el ganado con su mugir y las mieles de la caña hirviendo en los grandes pailones embriagaban con su musica.

Segundo paraiso : la Haciendo Coello, en las inmediaciones de un rio, con cascadas abruptas y playones dorados. Fue tal el impacto, en sensualidad y jubilo, que la piel se abrio y recibio la profunda caricia de una atmosfera tibia. De chapoleras, tan recias como intuitivas. De ahi que su primer poema, fechado en 1945, haga ya el censo de esa comarca, su enumeracion vertiginosa ante una creciente que todo lo arrasa y confunde :

“Al amanecer crece el rio, retumban en el alba los
enormes troncos que vienen del paramo.
Sobre el lomo de las pardas aguas bajan
naranjas maduras, terneros
con la boca bestialmente abierta, techos pajizos,
loros que chillan sacudidos bruscamente por
los remolinos.
Me levanto y bajo hasta el puente. Recostado
en la baranda de metal rojizo, miro pasar el
desfile abigarrado. Espero un milagro que
nunca viene.
Tras el agua de repente enriquecida con dones
fecundisimos se va mi memoria.”

Enumeracion, recuerdos, expectativas de algo que no se cumple, perfumes saturando los lugares que ya seran proverbiales para un viajero contumaz. Alli asoman las salas de espera, las sucias estaciones de ferrocarril, los hoteles visitados en la infancia. Alli late ya el corazon de la poesia de Mutis. Pero el hombre que se desempeña atareado como locutor de emisora (Radiodifusora Nacional, Nuevo Mundo) como relacionista publico (Compañia Colombiana de Seguros, Esso Colombiana) va segregando, paulatinamente, un otro, un heteronimo, que en su desastrado peregrinaje por el mundo mantiene intactas esas vivencias decisivas.

Se trata de su alter ego, del compañero que vislumbra en lo que soño y no pudo ser, en su sueño de no ser gerente sino cuidador de barcos abandonados en un muelle perdido. Cuando huye a Mexico, en 1956, cuando pasa quince meses en la prision de Lecumberri, perseguido por la Esso, las dos vertientes de su mundo se conjugan de forma admirable en una celda donde lee a Marcel Proust y ve surgir el fatigado cuerpo de Macqroll el Gaviero. El recuerdo involuntario al cual se refiere Proust se encauza a traves de puertos y hospitales, vagones abandonados en un alto de la cordillera y minas donde resuena el grito huerfano de la angustia. Reunira esas visiones en la revista Mito y en su primer libro publicado en Mexico : Los trabajos perdidos (1965). Una decada de exploracion interior y de nostalgia arrolladoras. Solo que Mutis no incurre en la identificacion emotiva sino que en la distancia se sugiere y se perfila. Lo hace a traves de otro mediador, Leon de Greiff:

La muerte de Matias Aldecoa

Ni cuestor en Queronea,
ni lector en Bolonia,
ni coracero en Valmy,
ni infante en Ayacucho;
en el Orinoco buceador fallido,
buscador de metales en el verde Quindio,
farmaceuta ambulante en el cañon del Chicamocha,
mago de feria en Honda,
hinchado y verdinoso cadaver
en las presurosas aguas del Combeima,
girando en los espumosos remolinos
sin ojos ya y sin labios,
exudando sus mas secretas mieles,
desnudo, mutilado, golpeado sordamente
contra las piedras, descubriendo, de pronto,
en algun rincon aun vivo
de su yerto cerebro,
la verdadera, la esencial materia
de sus dias en el mundo.
Un mudo adios a ciertas cosas,
a ciertas vagas criaturas
confundidas ya en un ultimo
relampago de nostalgia,
y, luego, nada,
un rodar en la corriente
hasta vararse en las lianas de la desembocadura,
menos aun que nada,
ni cuestor en Queronea,
ni lector en Bolonia,
ni cosa alguna memorable.

El mismo escenario primigenio, similar enumeracion que arrastra y borra, y la insercion precisa de la geografia y la historia : Honda, Bolivar, Napoleon y el Quindio. De ese nucleo de vertiginosa destruccion, van surgiendo los seres caracteristicos: El Husar, un guerrero napoleonico a quien vence el sopor del tropico. Bolivar, ante el coronel polaco, reconociendo en El ultimo rostro el fracaso sordido de su sueño independentista. Otra vez Europa, otra vez America, tejiendo los hilos fantasmales de su equivoco destino. Otra vez el agua, madre nutricia y viajera de la memoria.


©2008