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MEIRA DELMAR

por: Juan Gustavo Cobo Borda

Cuando Meira Delmar recita sus poemas, de memoria, tiene algo de Sibila griega, iniciada en los Misterios. Conoce los oraculos, ha descendido al Hades y sabe de la noche y la sombra.

Ahora retorna a la luz con la semilla del canto.

Fragiles y delicados frutos, estriados de nostalgia y delicadeza, con una musicalidad que conjura al olvido. Ella es una exiliada de otro reino , no solo el de las colinas del Libano con sus milenarias ruinas. Ella busca tejer un dialogo de union pero siempre un muro de cristal, un hilo roto, un malentendido y una perdida, la sumerjen de nuevo en su ambito de soledad.

Que admirable la forma como su rechazo a este olvido se eleva y ennoblece. No hay nada patetico en sus transparentes renglones pero un dolor muy hondo los clarifica y les otorga resonancias misteriosas de escueto acero, de dicientes silencios. Por ello su ambito tiene la elegancia señorial y discreta de su casa en Barranquilla, donde las pulcras y ajedrezadas baldosas del piso no hacen mas que ahondar el acompasado rumor de las mecedoras y en las paredes los cuadros de los pintores amigos, como Obregon y Cecilia Porras, se prolongan en aquellos legendarios libros de la editorial Sur y de la editorial Losada que el clima del tropico no pudo vencer.

Permanecen alli, pues si bien ahora ha perdido del todo la vista, ciega esfinge que escruta su mente, su recuerdo se hace mas depurado y hospitalario. Alli perdura la cofradia de esas mujeres, de Juana Ibarborou, Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral y Dulce Maria Loynaz, que hicieron de la musica sutil e incomparable del modernismo de Ruben Dario el instrumento para que su corazon vibrara con arpegios de brisa marina y nostalgia errante por un mar inalcanzablemente azul.

Alli esta Meira entre sus pares a la orilla del mar, despidiendo los fantasmas de su deseo, naufragos de un pielago de restricciones y prejuicios; y alli estara Meira, en la sala de su casa acogiendo a Javier Arango Ferrer, a Gabriel Garcia Marquez, como el lo ha narrado en sus memorias, para hacer de la ciudad de comerciantes un emporio de cultura, con opera y orquesta sinfonica, con bibliotecas como la que dirigio durante decadas y que ahora lleva su nombre, periodicos como El Heraldo donde sus poemas y prosas abrian un luminoso espacio en el sudoroso trafago mercantil.
Es un viento de adios y de recuerdos imborrables, de musicas deshechas por la erosion del olvido y sin embargo capaces aun de herir y resonar con la roja llama de lo que fue a la vez sueño y pasion.

Nada en verdad se ha perdido desde los iniciales poemas con que Olga Chams se convirtio en Meira Delmar y se acostumbro a ser varias a la vez en la polifonia de su canto y en la admiracion que de Garcilaso de la Vega a Antonia Machado la llevo a ser ella misma. Sus libros lo atestiguan titulo tras titulo :Alba de olvido, 1942; Sitio del amor, 1944 ; Verdad del sueño, 1946; Huesped sin sombra : antologia, 1970 ; Reencuentro, 1981; Laud memorioso, 1995 y Alguien pasa , 1998.

Como lo escribio Gabriel Garcia Marquez ya en junio de 1951 Meira Delmar estaba “en posesion de su claro universo interior” y este “le ha permitido rescatar, de su estado de alma, la correspondencia intima del mar exterior que ella tanto ama, de las golondrinas que tanto persigue, del amor que tanto se alegra y le duele en un lugar que parece participar de una dimension diferente de las conocidas, y solo de ella”.

Que fidelidad admirable, que entrega a una llama que la devora y se torna espejismo, que desfallecimientos y caidas ocultados en la busqueda de una rima, un eco de Gustavo Adolfo Becquer y una gaviota que desnuda aun mas la playa con su signo vibrante. Alli queda ella , “sola y serena”, desandando momentos. Sabiendose amante desterrada en pos de la memoria de su amor. Rostro de niebla entre las cenizas de una hoguera extinta que aun quema. Ella camina sobre brasas y vence las rojas fauces de la muerte.
Por todo ello Meira misma y su conciencia de artista, abierta al dialogo se asoman a estas paginas con intenso pudor y en un tono insolito en nuestra poesia, el de una grave madurez, el de una jubilosa exaltacion hecha de muertes y resurrecciones, de seres miticos y de rumor repetido de olas diferentes e identicas a si mismas.

Fiel a la tradicion milenaria de sus antepasados que enhebraron los cuentos infinitos de las Mil y Una Noches Meira Delmar tambien mantiene fresca la veta popular en jugosas coplas y romances aliñados con sal de mar. Por ello debemos escucharla como si su voz joven de siglos, arcaica y a la vez inmediata nos sorprendiera con un enigma donde se halla cifrado nuestro destino.

©2008