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Los 50 años de La región más transparente, de Carlos Fuentes

por: Juan Gustavo Cobo Borda

Nacido en 1928, Carlos Fuentes vio con La región más transparente (1958) su consagración como novelista. Un escritor infatigable, de aciertos y caídas, de viajes y polémicas, de experimentación y clasicismo. Bien puede realizar una novela inspirada en Galdos, como Las buenas conciencias (1959) documentada en Guanajuato, México como proyectarse al futuro, con Cristóbal Nonato (1987) centrada en su obsesiva, recurrente, pasional relación con la ciudad de México, en esta ocasión a partir del terremoto de 1985.
En esta novela incluyo por primera vez el esquema de su ambicioso y vasto plan narrativo que denomino “La Edad del Tiempo”, que abarcaría 21 novelas, de las cuales 18 ya habían sido escritas. Uno de cuyos ejes articuladores seria precisamente La región más transparente.
El título, tomado de una frase de Alfonso Reyes en su Visión de Anáhuac hace alusión a la deslumbrada mirada con que los conquistadores españoles encontraron una civilización como la azteca, tan rica y compleja como las que ellos habían dejado al otro lado del mar. Con sus guerreros y sus poetas, sus astrónomos y sus emperadores, con sus pirámides para los sacrificios humanos y sus riquísimos mercados para alimentar muchos pueblos y muchas razas sometidas a su dominio. Todo ello lo vio bien Octavio Paz cuando escribió:
“El centro secreto de la novela es un personaje ambiguo, Ixca Cienfuegos; aunque no participa en la acción, de alguna manera la precipita y es algo casi como la conciencia de la ciudad. Es la otra mitad de México, el pasado enterrado pero vivo. También es una máscara de Fuentes, del mismo modo que México es una máscara de Ixca”.
A partir de las reflexiones de Octavio Paz en El laberinto de la soledad (1950) Fuentes se pregunta, novelísticamente, por su país y por si mismo. Y el hecho determinante, además de ese pasado indígena tan presente, que vio en la figura de Hernán Cortes el cumplimiento de un ciclo ya profetizado, es la revolución mexicana. El fin de la dictadura de Porfirio Diaz y la transformación integral de un pueblo, en la lucha por el poder y la tierra, dividiéndose, y asesinándose entre facciones burguesas y facciones populares, para ocupar el sillón presidencial, La Silla del Águila (2003) a la cual dedicaría toda una novela.
Pero si ahora el aire del valle de México se halla contaminado y los ideales han dado paso a los negocios, Fuentes busca, en los años de 1946 a 1952, en que transcurre la novela, durante la presidencia de Miguel Alemán, esclarecer la petrificación de un movimiento, pionero en el mundo, encaminado a reivindicar un campesinado y unos indígenas marginados en la periferia de ese núcleo plagado de tensiones, desde donde se distribuyen contratos y prebendas, tierras baldías y negocios acordes con la inserción de México en el mundo contemporáneo.
Vasto friso, donde las relaciones de la narrativa norteamericana (casos de Dos Passos y Faulkner) no desdeñan la herencia europea, que Fuentes conoce bien en figuras como Balzac y Stendhal: la ambiciosa energía para usurpar un mundo. Acertó José Miguel Oviedo al describirla como novela sin argumento central,
“reemplazándolo por una serie de núcleos temáticos que se superponen o alternan. Estas características del diseño narrativo pueden producir cierta incoherencia o confusión, pero la novela impresiona por su empeño totalizador, su arrebato pasional, su humor a veces macabro y la riqueza desorbitada de sus imágenes, que tienen esa gestualidad barroquizante a la que Fuentes pronto nos acostumbraría”
Desde el ex-revolucionario convertido ahora en banquero, Federico Robles, quien dice con fresco cinismo: “la militancia ha de ser breve y la fortuna larga”, hasta el bracero que trabajo en Estados Unidos y muere en forma violenta, todo el espectro social es recorrido por la mirada incisiva y crítica de Fuentes, quien también se mira a si mismo en personajes como el intelectual que indaga en la ontología del ser mexicano y el poeta fracasado que termina en guionista de banalidades. El fracaso de la revolución para un orden mas justo es también el fracaso de las personas que ven como su destino se elude en la inautenticidad. Por ello cuando Fuentes en un disco leyó fragmentos de la novela logro recrear la música y la letra de los diversos personajes, y el riquísimo repertorio que va desde los corridos de la revolución a la poesía que alimenta el fuego de esta novela impura y polifacética. Reflexiva y corporal. Alimentada por el venero de la tragedia pero también exorcizada en el carnaval promiscuo de la risa y la comedia:
“Tuna incandescente. Águila sin alas. Serpiente de estrellas. Aquí nos toco. Que le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”.

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