coboborda.org
/ensayos



HACIA EL BICENTENARIO:
BOLÍVAR DE NUEVO

Juan Gustavo Cobo Borda


Caracas era una ciudad que tenia cinco marqueses y tres condes. En ella nació Bolívar, en 1783, perteneciente a la capa mas selecta de la aristocracia venezolana. El mundo de los mantuanos y los grandes "cacaos", el producto que aportaba casi la mitad del total de las exportaciones en vísperas de la independencia. A el se debía la fama mundial del chocolate holandés.
Bolívar tenia hacia 1795 unos 160 esclavos aproximadamente, ademas de casas en Caracas y el campo, plantaciones y hatos de ganado. Fue cadete, desde los 14 años, de las milicias de los Valles de Aragua; mas tarde, alférez. Media un metro sesenta. Sabia de las tensiones étnicas, sociales y económicas entre peninsulares y criollos, entre estos y pardos; y del resentimiento que traía consigo la discriminación. Pero como lo advierte, desde el comienzo del libro el historiador David Bushnell:

"Fue capaz de alcanzar una empatía profunda con los grupos sociales menos privilegiados y de adaptarse con facilidad a todas las condiciones de campaña a traves de las calurosas llanuras del trópico y de las gélidas cumbres andinas" (p.11).

Tal el tono de Simón Bolívar, proyecto de América (Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 329 paginas). Lo sabemos: la bibliografía sobre Bolívar es infinita. Desde el Bolívar de Emil Ludwig, "escrito por orden del gobierno de Venezuela", como reza la edición española de 1952 de Losada, sin olvidar las de Indalecio Lievano Aguirre (1950), Salvador de Madariaga (1951), Gerhard Masur (1960) hasta llegar a las biografías de Gilette Saurat (1987), y John Lynch (2006) . Y a los muchos libros que sobrevendrán con motivo del bicentenario de la Independencia. Pero este de David Bushnell es un logro eficaz de documentación y análisis. De fluidez narrativa y acierto interpretativo. Parte de premisas claras: el hecho de ser España, a comienzos del XIX, un imperio, el mas extenso del mundo, pero que en el concierto europeo ocupaba ya "un renglón de segunda orden"detrás de Francia, Gran Bretaña y los Países Bajos." Un imperio, es cierto, que no vacilaba en 1815 en enviar 50 barcos y mas de diez mil hombres, al mando de Pablo Murillo, para reconquistar las provincias americanas sublevadas.

Un imperio donde un monarca patriarcal apoyado irrestrictamente por la Iglesia veía ahora, en la figura de Fernando VII, cautivo de Napoleón, como el Imperio se convertía, gracias a la adopción en Cádiz de la Constitución de 1812, en una monarquía constitucional de carácter liberal.

En tal cuadro el impaciente Bolívar, siempre en movimiento y curiosamente también lector apasionado, insertara su acción. Por un lado, el pensamiento y la reflexión, en documentos que por "la fluidez y elegancia de su estilo, hacen de el evidentemente el mejor escritor de todos los próceres latinoamericanos, y cuyas obras se leen con provecho y placer aun hoy en día". (p. 112)

Y no disociada de ella, la praxis política y militar. Muerte, exilio, desilusión y el regreso a la obediencia monárquica de la elite, le llevarían a quitarle al movimiento revolucionario la aureola elitista que había marcado sus comienzos. Era una empresa ardua y de largo aliento donde terminarían fundiendose todas las clases sociales. Donde resultaba muy difícil aclimatar su sueño de una monarquía constitucional como la de la Gran Bretaña, combinando "una libertad civil moderada con una solidez institucional destacable y un poder ejecutivo eficaz (de tipo centralizado y no federal, por supuesto)" (p.150). El caudillo temperamental superaba en ocasiones la legalidad puntillosa y en la Constitución Boliviana que redacto el presidente vitalicio con derecho a nombrar su propio sucesor llevaba a pensar, con razón, en una monarquía restaurada, por otra vía.

Solo que el guerrero que hasta Boyaca había perdido tantas batallas como había ganado, desplegaría a partir de allí una cabalgata heroica que no tiene parangón. Ningún otro conductor hispanoamericano como concluye Bushnell, ha abarcado "œun teatro geográfico tan amplio o un temario (desde literario hasta constitucional) tan completo" (p. 326). A pesar del tira y afloje constante, para concretar su idea, jalonado siempre por lo que referido a la de 1825 ante el Congreso del Perú dice el autor - "œle presento la renuncia inevitable, inevitablemente rechazada" (p. 236), no fue, en verdad, como escribió en sus melancólicas postrimerías, el gran majadero de América, tan necio como Jesucristo y Don Quijote. Mucho de su fascinante figura se trasluce en este libro ejemplar. Sigue vivo, inquietandonos y conmoviendonos.


©2010