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Terror y perdón


Juan Gustavo Cobo Borda


¿Se puede pensar el horror? ¿Es factible expresar lo indecible? Aviones conducidos por fundamentalistas islámicos derriban las orgullosas torres del capitalismo norteamericano el 11 de septiembre del 2001 y nos obligan a todos, incluidos dos de los más célebres y complejos filósofos contemporáneos, a reformularnos preguntas acuciantes. El primero de ellos, Habermas, alumno de Adorno, y miembro  de  la  Escuela  de  Frankfurt, ve  cómo   su Teoría   de   la acción comunicativa, el espacio público de las razones, se ve desbordada por algo más que problemas de comunicación. Ya no son solo las perturbaciones del malentendido y la incomprensión, de la deshonestidad y la confusión, sobre una base común. Son culturas que difícilmente pueden traducirse unas a otras las que se enfrentan, sin mediciones.

?Lo dice con claridad Habermas en su entrevista con la profesora Borradori: ?El mundo occidental sale al encuentro de otras culturas que deben su perfil a la marca de una de las grandes religiones del mundo, únicamente con el excitante y banalizador carácter irresistible de una cultura de bienes de consumo niveladora desde el punto de vista materialista? (p. 63).?

Solo que este ?primer acontecimiento histórico mundial? también plantea para Habermas otras encrucijadas: en primer lugar, ?un tránsito del derecho clásico internacional a un estado de derecho cosmopolita? (p. 55), donde los jueces de La Haya contra Milosevic y los de la Gran Bretaña contra Pinochet rompen fronteras en lo que, en otro nivel, es uno de los más incitantes horizontes del libro. Aquel que bien puede ejemplarizar las figuras de Kant y la de Carl Schmitt que recorren, como ocultas venas, todo el subyacente debate sobre la ilustración y su vigencia actual. Otro punto revelador de la figura de Habermas y de los analistas complementarios que la profesora Borradori realiza de su obra es aquel que concierne a su permanencia en Alemania y a su participación en el debate de los historiadores a lo que se denominó ?el pasado indominable? y las diversas formas como el pueblo alemán intentó afrontar, juzgar, asimilar y quizás perdonar su pasado nazi. ¿Puede, en definitiva, la racionalidad dar razón de ser a la barbarie mecanizada, a la represión totalitaria y al asesinato en masa burocratizado??

Nacido en 1930, muerto en el 2004, Jacques Derrida habla desde otro ángulo: el del judío argelino que padeció la discriminación del colonialismo francés y que llegó a ser uno de los más exclusivos y complejos maestros del pensamiento actual gracias a lo arduo de un lenguaje que era a su vez instrumento y sujeto de análisis. Porque su célebre deconstrucción tiene ahora el mayor desafío: enfrentarse a lo incomprensible, rozar el terror y la violencia, como monopolio del Estado que se disuelve y ve cómo ella, imprevisible y aleatoria, puede impactar en cualquier lado, hoy en Manhattan, mañana en Madrid, pasado en Mosula o Bogotá. Ese carácter mercurial del terrorismo con redes que como el internet se desplazan sin cesar llevan a Derrida a preguntarse por qué estados democráticos y seculares mantienen todavía la pena de muerte y siembran su discurso oficial de referencias religiosas, en las cuales Dios bendice a América y nuestros enemigos constituyen el eje del mal (p. 172).

?Todo lo cual hace que no solo en América sino en Europa misma la tolerancia se vuelva un acto de caridad. Una concesión condescendiente al otro, al cual acojo y recibo solo siempre y haga lo que yo permito, según mis reglas. Por ello Derrida se remonta hasta la ley abrahámica para buscar en la hospitalidad y el perdón un nuevo estadio que la profesora Borradori explica bien:?

?El perdón condicional pertenece al orden del derecho y la política, de las negociaciones pragmáticas y las deudas calculables. El perdón incondicional, el acto de perdonar lo imperdonable, no se puede reconciliar con el derecho y la política, porque no permite la negociación pragmática ni el intercambio equitativo? (p. 206).?

Un libro, como puede verse, que aun nos habla con exigencias mayores que las del 11 de septiembre del 2001. Un libro dolorosamente actual.




Juan Gustavo Cobo Borda

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