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Poesía y erotismo


Juan Gustavo Cobo Borda


La poesía erótica incita y petrifica a la vez. Esto fue una vez: esto será siempre. Puede lindar con la obscenidad y la pornografía, con aquello aparentemente sucio que la moral margina como tal. Cae en el manido estereotipo, en la cursilería que puede ser sublime. De Rubén Darío a Agustín Lara solo hay un paso. Pero en sus momentos más altos es una piedra de toque que pulveriza toda esa turbiedad adolescente, toda esa inmadurez verbal.

Porque la auténtica poesía erótica es creación pura: inventa, fabula. A partir de las ruinas, del abandono o la humillación, de la súplica ?¿cómo era, Dios mío, cómo era?? yergue su castillo de palabras. De modo certero lo dijo Antonio Machado en sus otras canciones a Guiomar: ?Todo amor es fantasía; / el inventa el año, el día, / la hora y su melodía, / inventa el amante y, más, / la amada. No prueba nada, / contra el amor, que la amada / no haya existido jamás?.

?La poesía restituye las cosas a su sitio: les da valor, peso y jerarquía. Demuestra la nauseabunda indolencia de los medios nutriéndose de flácidos lugares comunes. Repitiendo lo que otros antes han dicho. Al asegurar, impávidos, que Borges no puede ser un poeta erótico por tímido y discreto, por elegante y ciego. Pues no: en el erotismo la reticencia también puede ser una virtud explosiva. Todo brillará aún más, con claridad milenaria. Así los poetas arábigo-andaluces.

?El mejor Neruda, el de Residencia en la tierra, dirá a mi izquierda: ?Hay miedo en el mundo de las palabras que designan el cuerpo?, en su célebre ?Ritual de mis piernas?. Borges, a mi derecha, hablará de ?La dicha?: ?El que abraza a una mujer es Adán. La mujer es Eva?.

??Todo sucede por primera vez. / Los tranquilos animales se acercan para que yo les diga su nombre. / Los libros de la biblioteca no tienen letras. Cuando los abro surgen /... / Loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, / pero los dos se entregan. / Todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno. /El que lee mis palabras está inventándolas?.

?Como lectores encarnar las palabras del otro: tal el secreto designio de este libro.?Rubén Darío en ?La poesía castellana?, un poema de 1882, realiza una pequeña historia de la misma, desde el Cantar de Mío Cid hasta: ?los Heredia, los Caro, / los Palma y los Marroquín?.?

Se apropia así de toda su herencia; esa herencia que él retoma, transforma y enriquece de modo singular, gracias a su genio y a su ingenio. A la luz cordial (y musical) de su energía creativa, el poeta de las sombras y los abismos es el poeta del sol, de la marcha rítmica y sonora. Y es también el poeta de la pesadumbre meditativa, poniéndose a sí mismo en duda, ante esa sucesión de cisnes que lo interrogan, de perplejidades que lo cercan y acosan.?

Solo que los años pasan y mengua su fuerza. Le queda el recurso de tornar al agua primordial, al núcleo central: el fuego del deseo.?Si en ?La poesía castellana? repasa con nombres propios nuestra tradición, la de la lengua española como instrumento de creación, en un poema como ?Divagación? Darío colocará sobre el rostro de la musa las sucesivas máscaras teatrales de la pasión. ?¿Te gusta amar en griego??, la pregunta, y se responde: ?Amo más que la Grecia de los griegos / la Grecia de la Francia, porque en Francia, / el eco de las Risas y los Juegos  / su más dulce licor Venus escancia?.?

Venus en todos los idiomas: griego, francés, alemán, japonés, hindú. Recurrirá al exotismo y a la reina de Saba porque en definitiva es latinoamericano. Tiene todos los rostros y ninguno. Un espacio verbal abarrotado de influjos y la desierta página en blanco donde debe colocar los signos de su emoción y de su incertidumbre. El deseo que incendia el mundo, con ?hambre de espacio y sed de cielo?, como lo dice en forma única. Y donde rasga la negrura con trazo incandescente: ?En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía, como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín?.

?Ante esa Diosa se inclina, ?y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar?.?Para concluir con este lancinante acierto: ?Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar?.



Juan Gustavo Cobo Borda

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