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  Dario Jaramillo Agudelo

DARIO JARAMILLO AGUDELO:
Historia de Simona. Valencia, Pretextos, 2011.


Juan Gustavo Cobo Borda


"Decrépito treintón es abandonado por cincuentona ardiente " (p. 138). Así se cierra este recuento de más de quince años en la vida de José Hilario López, joven que como barman norcturno conoce en su establecimiento a Simona Escobar, mujer mayor de Medellín con hermana gemela, casada con diplomático, y discreta en sus aventuras.

"Lo que buscaba en sus adulterios era sexo puro, alimentar el cuerpo de su necesidad física de ser poseído, tocado, transpasado. Nada de sentimentalismos, ni de cargas" (p. 70).
Pero algo sucedió que los llevó a estar unidos más de lo prudente, desde un arranque incontenible que en el primer capítulo del libro, "Ciento veinte horas y seis semanas" nos arrastra con su escritura fascinada en el descubrimiento mutuo. José Hilario López nos cuenta así su impaciencia, sus pueriles ardides, sin saber que para esa mujer de cuarenta y dos años él sólo "era un objeto, un instrumento, un botín, un dulce y desechable jovencito" (p. 35).

Salpicada de juegos de palabras, y de diálogos rápidos e inteligentes, la novela ofrece también un humor compartible, como cuando luego de tres noches y dos días en una habitación de hotel, ninguno prende el televisor:

"Dos seres que en el mundo coincidian en que no les intereba la televisión: suficiente como para firmar un pacto de sangre, o casarse, o darle la razón en todo lo que diga, o irse con el otro hasta el fin del mundo" (p. 72)

A partir de afinidades como esta, y el acuerdo de los cuerpos en sus encuentros, Simona termina por reconocer que lo ama (sin poder decírselo). Ahora tendrá que cuidarlo, desde la distancia, de su vida conyugal de diplomática por el mundo, y sin "asediarlo hasta el ahogo", ni dejarlo suelto mucho rato. La conclusión corresponde muy bien al carácter festivo pero implacable de la descomplicada Simona Escobar: "Siempre ha sabido que soy una perra. Pero ahora tengo que comportarme como una zorra" (p. 75).

Pero el mundo acecha allí fuera: está la hermana, Susana, que es su  doble opaco, su hermano Bernabé, que tiene algo de oso retraido y hace libros por encargo, con quien desarrolla su amplia "Teoría adúltera del equilibrio universal", que se resume en un "mediante el adulterio, se preserva el matrimonio. El adulterio es una necesidad fisiológica de la sociedad, una vía de evacuación de líbido sobrante" (p. 139) y la melancólica confesión del marido de Susana que ahora revelaba estar enamorado de un hombre.

Luego del golpe y el llanto, se replantearon los roles, se trazaron las nuevas reglas y se comentaría, con ironía:

"¡Qué civilizada pareja que somos, yo contándote estas cosas!

-Somos civilizados porque no somos pareja - replicó ella sonriendo" (p. 135)

El exponer su intimidad a otros seres, los celos, y la diferencia de edades, terminarán por incidir en el desenlace previsible: ella lo abandona, él sufre. Intenta el personaje al escribir esta memoria de lo que pasó, sea en tercera persona, sea como narrador omnisciente, cauterizar la herida, el ir comprendiendo que el postrer encuentro en silencioso fervor erótico, era "una despedida sin decir adiós. Un te amo o un te amé sin decir ya no te amo".

Pero en realidad, la que perdura es Simona con su gracia, su picardía y su avidez por cortarle a la vida su mejor porción.

Esta novela fue galardonada con el premio José María Pereda otorgado por el Gobierno de Cantabria, Santander, España, con un jurado presidido por Almudena Grandes, en el 2010.

Juan Gustavo Cobo Borda

©2011