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EDUARDO SANTOS Y "LECTURAS DOMINICALES"

Juan Gustavo Cobo Borda


EL TIEMPO diario de la mañana, fundado en enero de 1911. Director propietario : Eduardo Santos. La mejor información nacional y extranjera. Selectas paginas literarias. Suplemento literario. Suscripción a la serie de 40 nuúmeros : $1 oro. Carrera 6, numero 238. Telefono 398.

El suplemento literario de El Tiempo, cuyo editor era Eduardo Santos, reconocía los meritos de su antecesor, la Biblioteca Popular de Jorge Roa, y busca tambien "ediciones baratas, cómodas y de facil lectura". "Que satisfaga asi a los mas refinados como a los más sencillos". Y "popularice las obras maestras de todos los tiempos". La verdad es que lo lograba. Que un periodico editara pequeños volumenes con obras de Conrad - "El anarquista", de Edgar Allan Poe - "Ligeia" y "Eleanora", de H.G. Wells - "El fabricante de diamantes", de Eca de Queiros - "La perfección" y de Dickens "Cuento del dia de Reyes" - es sorprendente, en su afan cultural y divulgativo. Pero no se quedaba solo en el extranjero. Tambien estaban allí las Memorias de un abanderado de Jose Maria Espinosa, tan validas aun hoy en dia, las versiones de poemas de Victor Hugo debidas a Fidel Cano, los discursos de Antonio Gomez Restrepo. La conspiración de 1794 de Pedro Maria Ibáñez. Sin olvidar a Kipling, El pájaro azul de Mauricio Maeterlink, y como no, los poemas de D'Annunzio.

Había una preferencia indudable por autores franceses, sea Romain Rolland con su Vida de Beethoven como Alfred Croiset con Las democracias antiguas cuya nota de presentacion denunciaba a quién la escribía :

"La democracia ateniense, madre de nuestras modernas democracias, y que si padecia muchos de los males que hoy nos roen, tenia en cambio un sentido artistico y una noble espiritualidad de que carece nuestra vida publica moderna, lastimosamente prosaica" (No. 29).


La hoja de vida de Eduardo Santos lo especifica con claridad : especialista en literatura y sociologia de la Universidad de Paris (Francia). Pero quien lo conocia bien lo pinto mejor, en una pagina de 1946, cuando mostraba a un Eduardo Santos, atareado en una campaña política, en Colombia,  donde "el señor Eduardo Santos, tiene momentos de fastidio alternados con una febril, segura y firme actividad". Prosigue Alberto Lleras Camargo, pues de el se trata, con este sagaz retrato .

"Por su voluntad, su sola voluntad, obedeciendo a sus deseos y a sus inclinaciones a estas horas el señor Santos estaría recorriendo las calles y los museos de Paris, advirtiendo aquí y allá las cosas que han desaparecido que el ha amado tanto o constatando, con placer infinito, lo que subsiste de la Francia que fue su universidad, la cuna de su inteligencia, el teatro de sus emociones mas gratas y perdurables. En plena guerra, cuando el señor Santos llevaba con disgusto e impaciencia, su voluntario exilio en el Waldorf Astoria de Nueva York, o cuantas veces vino a Colombia llamado por sus copartidarios a intervenir en las dificultades de su partido y del gobierno, el señor Santos no pensaba en otra cosa sino en la liberación definitiva de Francia por Francia, desde luego, pero por poder volver a Francia. ¡Pero no fue así helas!"


Así se escribe y así se ve la figura que promovia ediciones populares, abria las paginas de su diario a todas las voces de valia de America y España, fundaba la Radio Nacional y apoyaba la Academia de Historia con ediciones que preservaban la memoria nacional.

En las cartas que entre 1952 y 1956 le escribía a Carlos Lleras Restrepo, en pleno fragor politico contra Laureano Gomez y luego contra Rojas Pinilla (Cartas del exilio, Bogotá, Planeta, 2005), no vacilaba en afirmar: "La politica periodística no deja nada, solo el libro puede ser testigo de una epoca". Para citar en seguida a viejos dioses tutelares. Trátese de Anatole France : "No es la razón la que guia los actos humanos", o  lo que Roger Martin Du Gard le escribía a Andre Gide, y que a un Santos proximo a los setenta años, lo ponía a pensar:

"Convénzase de que nosotros no somos ya sino algo así como esos guardianes de museo, a donde pocos entran, que se pasan las horas mirando antiguallas, mientras la vida tumultuosa corre por las calles". En todo caso, la vida literaria y cultural del mundo si había quedado fijada en su periódico.

Quizás por ello el suplemento literario siempre tuvo varios vértices predilectos : Francia, España, Estados Unidos y, claro esta, Colombia, como parte de Latinoamérica.

Al releer "Lecturas Dominicales" a partir del domingo 13 de mayo de 1923, lo primero que sorprende es lo vasto de su horizonte latinoamericano : Gabriela Mistral, Jose Vasconcelos, Alfonsina Storni, Alfonso Reyes, Amado Nervo.

Tambien figuras españolas como Juan Ramon Jimenez, Azorín y Peréz Galdós, , versiones de Walt Whitman, y entre los colombianos Baldomero Sanín Cano - "La psicologia del pueblo español actual. Su extraordinaria paciencia", y poetas como Eduardo Castillo, Miguel Rash Isla y Leopoldo de la Rosa. Hay anuncios advirtiendo sobre la próxima aparición del Libro de versos  de Jose Asuncion Silva. Y un tono, en ciertos colaboradores, donde parece subsistir el eco del modernismo, ya en version casi ironica, como es el caso del poema de Aquilino Villegas titulado "Margarita":

"Si tus labios me insultan, mi divina exquisita,
flor de atroces perfumes, dolorida y sangrienta,
si me insulta tu boca que los ocres afrenta,
no me niegues tus ojos, mi gentil Margarita".


Las mujeres en cambio, sonaban mas eficaces y pertinentes, en su intento de retener lo fugaz de una ofrenda que no consigue destinatario. Tal el caso de Alfonsina Storni:

"Se me va de los dedos la caricia sin causa.
Se me va de los dedos. En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida, ¿quien la recogerá?".


Pero la publicación remunerada de esas contribuciones literarias, encerraba otro aspecto : la lucha por la libertad de expresion. Cuando Gabriela Mistral, por culpa de una dictadura chilena, perdia su salario de consul en Europa, Eduardo Santos se lo mantenía. Cuando Jose Vasconcelos, en Mexico, no conseguia la presidencia y emprendía gira de conferencias por Latinoamérica, con el fin de recaudar fondos para su revista, Santos le financiaba el viaje tal como Vasconcelos lo cuenta en El Proconsulado (1939). Cuando Paul Rivet, perseguido por los nazis, y puesto preso en Paris en 1941, requeria ayuda para escapar, Santos pagaria de su bolsillo tiquete y dinero para venir a Bogota, a fundar el Instituto Etnologico (hoy Colombiano de Antropologia). Igual con Teresa de la Parra, para sus giras de conferencias por Colombia. El mejor reconocimiento por todo ello seria el discurso de Albert Camus, en Paris, al exaltar el decidido apoyo de Santos  a los republicanos españoles, perseguidos por Franco, para arribar a Sudamerica.

"Devora libros en varios idiomas, pero principalmente en francés, con una avidez que no lo abandonará jamás" : así caracteriza Alfonso Lopez Michelsen a Eduardo Santos, y este hecho marcará, sin lugar a dudas, el buen suceso de su periódico y de su suplemento literario.

La historia de la literatura colombiana en el siglo XX puede leerse en EL TIEMPO sin ningún altibajo. Todas las generaciones se asomaron al mundo, y fueron consagradas como tales, a partir de su primera incursion en sus paginas. Allí esta la generación del centenario, al polemizar Jose Eustasio Rivera y Eduardo Castillo en 1921. O Tomas Rueda Vargas, al dar su vision coloquial de la historia colombiana. O la irrupción estrepitosa de los Nuevos con Leon de Greiff y Luis Vidales y las tajantes caricaturas de Rendon, sin olvidar los agudos "Carnets" de Jose Umaña Bernal, hable de Rilke o Montherlant, hable de Faulkner o García Marquez. Y el insustituible Hernando Tellez, al polemizar con Caballero Calderon y poner en su sitio a los poetas "cuadernícolas" y temer ya la masificación cultural. O la claridad conceptual, y la preocupación por el lenguaje, visible en el Danilo Cruz Vélez que el 3 de julio de 1939 nos habla, por primera vez quizas en Colombia, de la poesia de Borges en "Lecturas Dominicales".

Podíamos seguir, indefinidamente, con Carranza y el grupo de "Piedra y Cielo". O las cartas que Jorge Gaitán Duran dirige a Jaime Posada en 1948 al presentar, de nuevo, la mas nueva generación poética. Sin olvidar a German Arciniegas quien durante poco menos que un siglo nos mantuvo informados de sucesos de America, de Cristobal Colon a Alejo Carpentier.

La enumeración no sustituye el regocijo de tantas paginas aun validas (Osorio Lizarazo, por ejemplo), de tantos debates pertinentes, de tantas figuras generosas. No resisto la tentación de recordar a Hector Rojas Herazo al entregar a Eduardo Mendoza Varela la primera nota sobre nuestra generación.

Si EL TIEMPO, en la politica, y desde el partido liberal, escribió paginas validad contra la censura dictatorial y a favor de la libertad de expresión, "Lecturas Dominicales", lo secundo al traernos lo que de importancia se escribía en español, y al traducir de otros idiomas, vivificó el quehacer intelectual, con calidad incuestionable y enfoques renovados.

Juan Gustavo Cobo Borda

©2011